TLC en Español: De lunes a viernes, de 8 a 9 a.m. por la 101.9 fm de RADIO U

Lunes Insistente: Este día brindamos información mediante una entrevista sobre los diversos temas del TLC.
1 de octubre: Generalidades del TLC
Invitado: Diputado Merino del Río.
Esteban Aguero, representante del COMEX.
Martes de Confrontación: El debate frontal de ideas es el objetivo de este día. El TLC desde posiciones encontradas.
2 de octubre: TLC y Ambiente.
Invitado: Isaac Rojas, representante de FECON.
Miércoles de Respuestas Rápidas: Todas las preguntas de los y las jóvenes serán respondidas.
3 de octubre: TLC y UPOV.
Invitado: Silvia Rodriguez, sociologa rural, miembre del grupo Pensamiento Solidario
Jueves Sincuentos: ¿Qué dijeron o qué no dijeron los medios? Lo analizamos sin pelos en la lengua
4 de octubre: TLC y trabajo.
Invitado: Mauricio Castro. Abogado y porfesor de la UCR.
Viernes de Moverse y Hacer: La gente organizada, qué hacen, qué opinan y cómo organizarse
5 de octubre: Especial de TLC en español: despedida del Programa.......

La caricatura de MECHO

La caricatura de MECHO

domingo, 17 de junio de 2007

Tapabocas

Por: Luis Paulino Vargas Solís

(http://www.tribunademocratica.com/2007/06/tapabocas.html)

Junio 09, 2007

El referéndum es ejercicio democrático en su aspecto aparente y formal pero no necesariamente en su contenido sustantivo. Hemos podido comprobar lo que esto significa a propósito de los torneos electorales cuatrienales, donde prima el dinero y el marketing; la manipulación, el amarillismo y el soborno. Así, la gente termina eligiendo a representantes-que-no-la-representan, los cuales, puestos donde querían llegar, terminan actuando como lo que son: miembros de una oligarquía angurrienta -en el mejor de los casos- cuando no simplemente sus obsecuentes servidores.

Conforme pasan las semanas, se hace más cierto el peligro de que algo similar (quizá mucho peor) ocurra con el referéndum sobre el TLC. La intransigencia e irrespeto con que se intenta cerrar espacios de debate que han permanecido libres y plurales –por ejemplo, la Universidad de Costa Rica- da buen anticipo de lo que digo. Sumemos: la campañita de La Nación y otros medios poderosos; las cartitas del irrespetuoso señor presidente de la Unión de Cámaras; el escandalito de los estudiantes que-nunca-debatieron-y-ahora-quieren-debatir-en-“equilibrio”. Demasiado para que pueda ser coincidencia ¿Qué sigue? ¿Amenazas, más o menos veladas o evidentes, de restricción presupuestaria?

Ante esto, y primero que nada, reiteremos lo obvio. El debate público alrededor del TLC se ha empobrecido gravemente a causa de la absoluta parcialidad con que ha sido manejada la información por las grandes corporaciones mediáticas y el cúmulo inmenso de los millones malbaratados en publicidad. Han hecho un esfuerzo concienzudo en procura de envilecer el proceso y convertirlo en un torneo de estupidización colectiva. Y, por cierto, estos que demandan “neutralidad” a las universidades son quienes han privatizado la libertad de expresión y la han convertido en coto cerrado, gobernado por criterios de peculio y accesible tan solo a un reducidísimo número de privilegiados.

En seguida, resaltemos que si las universidades públicas (excepto la UNED ) han definido una posición oficial frente al TLC, lo han hecho, en primera instancia, con base en sus facultades legales y constitucionales y -lo que para el caso es más relevante- apoyadas en un análisis amplio y fundamentado del tratado. Ha sido, pues, un ejercicio democrático, legítimo y responsable. Por otra parte, innumerables fueron los intentos emprendidos en estas universidades tratando de promover debates con participación plural, malogrados reiteradamente por la negativa de los promotores del TLC a participar. Y esto, por cierto, es muchísimo más de lo que pueda decirse de La Nación , Telenoticias, Casa Presidencial, COMEX o INCAE, que masivamente movilizan enormes recursos publicitarios exclusivamente a favor del TLC.

Aducir que por tratarse de fondos públicos las universidades deberían limitarse a promover “debates equilibrados” sin asumir una posición definida, es tan solo un pretexto para encubrir detrás de lo que verdaderamente se anda: censurar y acallar los puntos de vista críticos. Las universidades, para merecer el nombre de tales y no deslucir la tradición histórica en que se fundamentan, han de ser espacios libres para el estudio, la reflexión y la crítica. Y ello incluye la posibilidad de decir y difundir aquello que incomoda a los poderes económicos y políticos y aquello que silencian los poderes mediáticos.

Tomar posición es un deber frente al pueblo de Costa Rica precisamente porque este pueblo provee los recursos con base en los cuales funcionan las universidades. Es un deber de honestidad intelectual por parte de quienes hacemos docencia e investigación, y un deber histórico frente a una decisión nacional de enorme trascendencia. Es el deber de advertirle a ese pueblo acerca de los riesgos y amenazas que un tratado como este entraña. El deber de argumentar con largueza y seriedad el por qué se afirman que tales riesgos son ciertos. El deber de difundir los resultados de ese esfuerzo de investigación y, en lo posible, hacerlos accesibles al pueblo. El deber de contraponer públicamente esos puntos de vista con el de quienes promueven el tratado. El deber de exigirle a éstos que también argumenten sus posiciones, en vez de despilfarrar millones en manipulación publicitaria.

Exigen “neutralidad” aduciendo que las universidades funcionan con base en recursos públicos. El cinismo de su doble moral les permite vociferar de esa forma sin chistar acerca de los millones que COMEX o el Presidente gastan en publicidad. Pero el caso es que, en realidad, la verdadera responsabilidad de las universidades públicas –precisamente por ser públicas- es la de ser espacio libre para la investigación, la reflexión y el debate. Y esto incluye a quienes favorecen el TLC, como bien lo saben, por ejemplo, aquellos profesores e investigadores universitarios que también son articulistas en La Nación o asesores al servicio de las elites políticas, económicas y mediáticas.

En cambio, otros universitarios y universitarias preferimos compartir con la ciudadanía organizada los frutos de nuestro trabajo. Tan ampliamente como se pueda, he dicho. El ardor e incomodidad que ello ocasiona a los telecitas, dan buena señal de que lo estamos haciendo bien. Es decir, estamos siendo cumplidores con el mandado que el pueblo nos ha dado como universitarios.

Los telecistas están desnudando un rostro siniestro. El tapabocas que se le intenta poner a las universidades es apenas una muestra de ello. Vale la pena ponerle más reflexión al asunto.

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